Como aficionado chiva, acepto que fue divertida la ocasional
broma sobre la victoria del Rebaño la ocasión pasada por 3-1. Ahora que estoy
del otro lado, otras personas gozan de esa diversión y uno ‘aguanta vara’, y es
padre, a fin de cuentas es la esencia del fútbol. El detalle es cuando se
rebasa la línea de la burla para pasar a lo que se llama provocación.
Mucha gente no entiende eso. Algo bueno de los clásicos es
poner a prueba la capacidad para aguantar en caso de resultar perdedor, sin
embargo, también está a prueba la capacidad de manejar la victoria.
¿Dónde está el límite de la burla? ¿A partir de dónde deja
de ser chistoso todo? ¿En qué momento comienzan las fricciones? Como
aficionado, daré mi punto de vista de ambos lados, a fin de cuentas, me ha
tocado varias veces vestirme de vencedor y muchas otras sentarme en el
banquillo de los perdedores.
Cuando me ha tocado ganar, personalmente tiendo a no hablar
mucho de esto con alguien. Evito el momento (o lo desaprovecho, algunos dirían),
sin embargo, creo que el tacto para hacer una buena broma respecto a la derrota
del contrario es vital. A su vez, la moderación es clave para que el fútbol no
pase de una simple rivalidad a algo más personal.
En ocasiones como la de ayer, opto por el lado que creo que
es mejor: reírse de uno mismo. Con comentarios como “Cómo te extraño Navarrete”
o “A fin de cuentas ganamos algo… se llenó el Omnilife” tiendo hasta a
disfrutar las derrotas. Sin embargo, como todo, cuando una persona no controla
su algarabía si llega a ser molesto y la paciencia se pone a prueba.
Fabuloso lo que puede hacer un partido mediocre. Eso fue a
fin de cuentas. El San Luis vs Jaguares fue mejor, pero años de historia
respaldan la rivalidad.
Lo importante es que no salgan de ahí. Chivistas, la vez
pasada les tocó ganar; hoy les toca usar la cabeza y tomarlo con sabiduría. Americanistas, la
vez pasada aguantaron de todo, hoy les toda disfrutar. Todo con medida.
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