Sin duda alguna uno como aficionado tiene un gran odio hacia el acérrimo rival, desea que pierda, que le vaya mal y que siempre sea humillado. Aún así, uno no podría vivir sin el rival ya sea por la competencia o por la necesidad humana de demostrar que eres mejor que tu antónimo.
Recién iniciaron las Grandes Ligas y dos equipos históricos tuvieron un muy mal arranque. Yankees y Red Sox sufrieron sendas derrotas, barridas ante Rays y Tigers respectivamente y aún así no fue tan malo ya que el odiado rival también inició así.
Ambos equipos suelen caracterizarse por pelear siempre en los puestos altos e iniciar con 3 derrotas supondría un problema en la gerencia o con los aficionados pero es aquí donde entra la importancia del rival. Al voltear y ver que el otro inició igual no se prenden tanto las luces de alerta. Es ahí cuando el rival, además de propiciar los duelos más esperados de la temporada y obligarte a ser mejor, ayuda también a calmar las aguas turbias en los malos momentos.
No sólo en la MLB pasa, ¿quién no recuerda torneos en los cuales sus equipos (Chivas, América, Real Madrid, Barcelona, etc.) no caminan bien pero al ver que el antagonista no es campeón la mala campaña es sobrellevada.
Una de las rivalidades más añejas en el futbol fue separada, River Plate (o RiBer Plate como me gusta escribirlo) fue descendido y aficionados de Boca Juniors no paraban en júbilo al ver a su máximo rival en la peor degradación existente en el futbol. Aún así el torneo ya no sabe igual para los Xeneizes que al ser campeones invictos y ahora superlíderes del actual torneo, sigue sin saber igual ya que el “Millo” no está ahí para darle el clásico sazón a la victoria.
Es así como las rivalidades en los deportes son vitales, no sólo por los “Clásicos” o las burlas, sino también porque enrriquecen el deporte, la competencia y el espectáculo. Deséale el mal cuanto quieras al rival pero recuerda que sin él, la gloria no sabe igual.
Andrea Gatto
Twitter: @Andrea_Gatto
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